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El iceberg de la economía feminista

Uno de nuestros miembros de nuestro chibi-akelarre, Iraultza, no entiende muy bien qué relación hay entre ser mujer y la precarización laboral. Y su pregunta nos sirve como excusa para reflexionar sobre: ¿Cómo afecta el género al mundo del trabajo en nuestro sistema capitalista?

     Y, para entenderlo, vamos a recurrir a esa figura del iceberg imaginada desde la economía feminista... ¡Vamos a ello!

Empezamos con lo básico. ¿Qué es un iceberg? Es un bloque de hielo que flota en la mar y del que solo vemos (más o menos) una novena parte. Pues ahora imagina que esa parte que vemos es lo que, en nuestras sociedades, entendemos como espacio público. Es decir, aquello que consideramos productivo (que da dinero, vamos).

    ¿Recuerdas cuando en el akelarre hablamos del espacio público y el espacio privado? En aquel post explicamos que, tradicionalmente, lo público se liga con actividades y habilidades marcadas como masculinas. Es decir, a los hombres.

    Si pensamos que es la parte que vemos del iceberg, es también la que reconocemos y valoramos. Sin embargo, como digimos, es solo una pequeña parte, es tan solo su punta. Bajo el agua se encuentra su base, la que sostiene todo el bloque de hielo. En nuestra figura, lo que sostiene todo el sistema es el espacio privado.

    Como os habíamos comentado, el espacio privado es el ámbito de los cuidados, los afectos, lo comunitario, lo reproductivo. Es decir, lo que sostiene la vida. Tradicionalmente, lo privado se liga con actividades y habilidades marcadas como femeninas. Es decir, a las mujeres. La adhesión de las mujeres a lo privado activa la siguiente lógica: "cualquier mujer puede cuidar por naturaleza".

    Todo ello resta valor a unos trabajos que están fuertemente feminizados. Además, se leen como innatos y poco cualificados. Es decir, están muy precarizados. Muchas veces, sin convenios laborales, sin reconocimiento de enfermedades laborales o en condiciones de pseudo-esclavitud (como las trabajadoras domésticas en régimen de internas). Y, claro, están mal pagados... cuando no son directamente gratuítos como en la mayoría de las casas.

    Por mucho que ignoremos la base del iceberg, no podemos (sobre)vivir sin cuidados. Cuando crecemos, cuando enfermamos, cuando envejecemos y cada día de nuestra vida necesitamos (auto)cuidados. Por eso, tenemos que dar visibilidad a los cuidados y valorar (y cuidar) a quién (nos) cuida.

    Por eso tenemos que (re)pensar nuestro sistema antes de que acabemos como el Titanic...

¡Tenemos que darle la vuelta al sistema y colocar la vida en el centro!